sábado, 27 de agosto de 2016

Londonistan

Ésta ha sido mi semana islámica. No. No me he asido a la chilaba, como canturreaba Javier Krahe en "el cromosoma". Tampoco me he terminado el libro de Melanie Phillips, aunque debería.

El miércoles me tocó coger el avión a Londres. Llegada en Heathrow T5 y al tren. Bajar en Paddington y caminar un poquito por Praed St. hasta Edgware Road, 10 minutitos de paseo -poco más de un kilómetro-  y al hotel.

Fue torcer por Edgware Rd. y entrar en un mundo diferente. Todas las señoras, o iban con niqab, o eran turistas. Los negocios se anunciaban en árabe e inglés como segunda lengua. Bares, restaurantes,    bancos... Gente en la calle en grupos y hombres con gorrito en bares.

Arrastrando la maleta pasé por la puerta de un Kebab dónde cenaba una pareja. Los ingleses, ya se sabe, cenan muy pronto. El amo bien vestido y tocado con el gorro típico de la zona se recostaba en la silla. Enfrente, su esposa hacía equilibrios para llevar el tenedor por debajo del niqab hasta su boca con su mano derecha, mientras con la izquierda sujetaba su velo de forma que no deje al descubierto parte alguna. Eso sería muy vergonzante. Para evitar llenar de salsa o comida el tejido, agachaba la cabeza haciendo un escorzo hacia la mano que sujetaba el alimento. No lo podía ver, pues le tapaban la tela y el brazo con el que sostenía en vilo el velo, de manera que introducía a tientas la comida en su boca. Yo diría que el 20% del alimento acabó en el suelo o en el vestido.



Pocas cosas hay más indigentes que observar el humillante esfuerzo de las damas islámicas en su negro niqab haciendo equilibrios para comer a ciegas, en pequeños bocados para que no se les caiga, mientras su amo y señor muestra su benevolencia haciendo tiempo. Él término su plato hace mucho rato, libre de manos, de velos, y de voluntades.

Uno debe refrenar las ganas de asaltar a la pareja y arrancar ese velo símbolo de sumisión al hombre. Y decirle a la señora que haga el favor de comer como dios manda, mientras se le dan dos hostias al zanguango que sostiene y humilla a su pareja de esta forma abominable.

No. Dios no tiene nada que ver aquí. Lo del niqab, lo del hijab, lo del velo y lo del burkini no tienen nada que ver con dios. Tienen que ver con sus santos cojones y su necesidad de demostrar que ellos son los que mandan. Y que van a mandar aquí en cuanto que les dejemos. Y que sus mujeres les importan una higa, así que los infieles ni te cuento. Y que están dispuestos a todo.

Y nosotros lo permitimos. Somos así de enrollados y de modernos.


Y de feministas.

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